Descripción
Dice el propio Cotera: «Como un juego, empecé con los vecinos de mi pueblo a dar vida a nuestras fiestas locales: recuperamos marzas, picayos, enrames y el flamear de sayas y delantales; volvieron a sonar los pintados panderos y las mujeres aprendieron a hilar, siquiera para ser retratadas.
Insisto, se trataba solo de un juego, pero, como dibujante que soy, sabía del poder evocador de las imágenes cuando contienen una razonable dosis de verismo. Con letras bien gordas quiero resaltar que la indumentaria aquí reflejada no es lo que se entiende por traje regional; este ya se había arrinconado décadas atrás, y el campesino cántabro vestía al uso general de gran parte de España; a caballo entre dos siglos, apenas si las abarcas y los pantalones remontados ponían cierto color local.
No obstante, si este ensoñar viñetas, borradas del paisaje, sirve a las generaciones venideras para conocer qué aspecto tenía la gente que transitaba las camberas de Cantabria en los últimos años del XIX, mis paisanos y yo nos daremos por satisfechos».