Nació un 26 de diciembre. Le pusieron el nombre de su santo. Desde muy pequeño cualquiera aseguraba lo bien que dibujaba y los muy amigos estaban convencidos de que llegaría lejos. A los 18 años se volvió loco, y diagnosticado, ebrio de pastillas, se refugió en dibujar. En vista de los buenos resultados quiso hacer del ocio negocio. O sea, negar-el-ocio, le explicó el diccionario etimológico demasiado tarde. Dibujando compulsivamente durante veinte años, consiguió el respeto de la crítica y ganar algunos premios, pero sus tebeos no los compraba ni el tato. Cuando la cuneta con un cuchillo en la boca amenazaba contra su mucha gana de hacer de los tebeos una realidad laboral, su propia sombra azul en pelota picada se coló en casa.